Yucsan: en el fondo pueden ver a la alpaca recién nacida
Hoy al empezar a escribir, no pude evitar volver a experimentar la angustia que sentí cuando me supe varada en medio de la nada con mis 2 pequeños hijos. Al mismo tiempo sonreír con placer … gajes del oficio de una joven madre divorciada!.
Como de costumbre cuando no teníamos una actividad pre establecida para el fin de semana, mis dos hijos, de 8 y 4 años de edad, y yo, nos subimos al auto y salimos de paseo. Nuestros paseos de domingo por la tarde podían ser una simple vuelta por el circuito de playas, los juegos mecánicos, ver la película de estreno o jugar en un parque. Nunca era nada elaborado. Se trataba de pasarla bien y disfrutarnos. Siempre, haciendo equilibrio entre nuestro entusiasmo y lo que mi bolsillo nos permitiese.
Ese domingo salimos sin un rumbo definido. Como siempre, Lima estaba gris y húmeda; y en búsqueda de sol y aire puro, me aventuré a manejar hacia las afueras de la ciudad. Por tratarse de un paseo corto, sólo cargué con algo de ropa (emergencias con niños!!), e iniciamos el paseo en medio de risas, cuentos y canciones.
Tomé la Carretera Central rumbo a Chosica y en el camino compartí con mis hijos gratos recuerdos de mi infancia en el campo: jugando con los animales, pescando en el río, celebrando las fiestas del pueblo. De pronto… nos cruzamos con un rebaño de alpacas! no lo podíamos creer! produjeron tal algarabía en nosotros (quizá alimentada por mis relatos) que decidamos desviarnos del camino principal y seguirlas, esperanzados en lograr acercarnos y jugar con ellas. No teníamos ni la más remota idea de lo que experimentaríamos esa tarde.
Seguimos a las alpacas por caminos de tierra hasta llegar a un paraje entre los cerros, donde bajamos del auto y conversamos con las personas que acarreaban el rebaño. Ellas nos informaron que una de las hembras estaba a punto de parir!! Nos sentamos a una distancia prudencial y admiramos el milagro de la vida, al mismo tiempo yo disfruté observando las caritas de asombro de Yucsan y Roberto. Fue un momento realmente maravilloso. Yucsan me pidió la llave del auto para sacar la cámara fotográfica y tomarle una foto a la pequeña alpaquita y esa fue la última vez que las vi. A las alpacas no, a LAS LLAVES.
Roberto lloraba de hambre, frío y sueño. Yucsan lloraba porque no recordaba donde había dejado las llaves. Yo estaba aterrada! Trataba de tranquilizar a Yucsan y hacerle recordar por donde había caminado. Como ya oscurecía, todos, de rodillas, palpábamos el piso en busca de las tan codiciadas llaves. Con decirles que hasta las alpacas nos ayudaron a buscar las llaves!
Luego de mucha angustia, desesperación, planes alternativos, etc. etc. Oh! Milagro! las encontramos!! Por cierto, bastante más lejos de lo que Yucsan recordaba, pero LAS ENCONTRAMOS!
¿Creen ustedes que alguien pueda olvidar un día como ese?