El azul y celeste del horizonte, allí donde el mar y el cielo se funden, es el marco perfecto de una frenética competencia de barcos veleros; la escena muestra la luz brillante de un cálido día de verano, hombres bregando arduamente, luchando contra la naturaleza, midiéndose con sus iguales, con exclamaciones, fuerza, gritos, velocidad, coordinaciones, concentración, adrenalina pura.
Tú estas allí, entre ello. Percibo tu silueta y eso me basta. La imponente presencia de tu recuerdo me rapta. Provoca en mí un vendaval de sensaciones, de sentimientos, de ilusiones, de deseos. Siento miedo de mi misma, de mi inconsciencia, quiero sacarte de mi mente, calmarme.
Me concentro en el apacible volar de las aves, más no tardo en descubrir que sus cantos, traen escondidas tus palabras. En contraste con los gritos de coordinación en la competencia, tus palabras resuenan arrulladoras y dulces en mis oídos, son apetecibles y armoniosos mensajes de amor para mí.
La brisa marina también es tu cómplice y permite que tu aroma me alcance. Sin tiempos ni distancias, me invade. ¡Abandona la competencia! y me posee, derrumbando todas mis barreras.
Yo, indulgente, permito que los rayos de sol me abracen y me pierdo en pasión pura, en busca de tu alma hechicera, que me inyecta de caricias disfrazadas de inocencia.
Las olas, que son tus manos, me toman con la misma urgencia con que controlas las velas del barco, me invitan a olvidarme del mundo, a anidar en tus brazos y disfrutar del paraíso de tus besos, llenos de apasionante adrenalina.
El mar rugiente que eres tú, me tienta diciendo, elevémonos juntos! juntos! hacia el azul y celeste del horizonte, allí donde me fundo con el cielo, marco perfecto para nuestro amor.
Tú estas allí, entre ello. Percibo tu silueta y eso me basta. La imponente presencia de tu recuerdo me rapta. Provoca en mí un vendaval de sensaciones, de sentimientos, de ilusiones, de deseos. Siento miedo de mi misma, de mi inconsciencia, quiero sacarte de mi mente, calmarme.
Me concentro en el apacible volar de las aves, más no tardo en descubrir que sus cantos, traen escondidas tus palabras. En contraste con los gritos de coordinación en la competencia, tus palabras resuenan arrulladoras y dulces en mis oídos, son apetecibles y armoniosos mensajes de amor para mí.
La brisa marina también es tu cómplice y permite que tu aroma me alcance. Sin tiempos ni distancias, me invade. ¡Abandona la competencia! y me posee, derrumbando todas mis barreras.
Yo, indulgente, permito que los rayos de sol me abracen y me pierdo en pasión pura, en busca de tu alma hechicera, que me inyecta de caricias disfrazadas de inocencia.
Las olas, que son tus manos, me toman con la misma urgencia con que controlas las velas del barco, me invitan a olvidarme del mundo, a anidar en tus brazos y disfrutar del paraíso de tus besos, llenos de apasionante adrenalina.
El mar rugiente que eres tú, me tienta diciendo, elevémonos juntos! juntos! hacia el azul y celeste del horizonte, allí donde me fundo con el cielo, marco perfecto para nuestro amor.
Me encantó esté pensamiento, muy hermoso de verdad. Saludos desde México.
ResponderEliminarGracias Rubí! Que gusto que visites el blog y que mis pensamientos sean de tu agrado.
ResponderEliminarSaludos, Rita