Su personalidad fuerte y
desbordante se hizo evidente desde el momento mismo que llegó a este mundo,
cuando se opuso magistralmente al timorato equipo de médicos que me asistía en
el alumbramiento y que había prescrito la necesidad de una cesárea. Simplemente
nació. Imponiendo su propio ritmo, su propia travesía. Lo que al principio creí
una casualidad, hoy la sé una realidad. La cesárea, simplemente, no estaba en
sus planes.
Marcó así un nuevo hito en mi vida.
Luego de muchas tribulaciones, lo registramos como “Roberto Yuctong” y lo llamábamos por el segundo nombre. Pero, él no estuvo de acuerdo, y aún siendo muy pequeño decidió ser reconocido como “Roberto”, haciendo caso omiso cuando lo reclamábamos como “Yuctong” o “Tony”.
Por lo demás, fue el bebé ideal, el que toda madre sueña: bello, dulce, perfecto, sano, amoroso, gracioso y juguetón, de esos que se roban el corazón de todo el mundo, dispuesto a dejarse querer y al mismo tiempo, dispuesto a prodigar su ternura.
Sin embargo, nunca voy a olvidar lo que hacía cuando no estaba de acuerdo con algo o con alguien. Lo recuerdo como si fuera ayer: parado (desde que aprendió a pararse por si solo), con los brazos cruzados y el seño fruncido, todo un hombre! Era su forma de protestar. Sin llanto, sin pataletas.
Con el tiempo, su infinita curiosidad y ansias por querer saberlo todo ha ido creciendo. Sólo por el gusto de saberlo, sin ninguna intensión de reconocimiento o soberbia.
Esas características tan suyas han continuado reafirmándose, a través de sus actitudes, sus intereses, bajo distintas coyunturas, con esa misma seriedad y tranquilidad con la que él va por la vida.
Con voz pausada y grave, es un joven hombre de pocas palabras pero amplio y receptivo, capaz de escucha opiniones, analizarlas, compararlas, evaluarlas. Pero, una vez tomada una decisión, la defiende con pasión, con ahínco, con todas sus fuerzas, aún a pesar suyo.
Así es mi Robi, un ser único y maravilloso.
Marcó así un nuevo hito en mi vida.
Luego de muchas tribulaciones, lo registramos como “Roberto Yuctong” y lo llamábamos por el segundo nombre. Pero, él no estuvo de acuerdo, y aún siendo muy pequeño decidió ser reconocido como “Roberto”, haciendo caso omiso cuando lo reclamábamos como “Yuctong” o “Tony”.
Por lo demás, fue el bebé ideal, el que toda madre sueña: bello, dulce, perfecto, sano, amoroso, gracioso y juguetón, de esos que se roban el corazón de todo el mundo, dispuesto a dejarse querer y al mismo tiempo, dispuesto a prodigar su ternura.
Sin embargo, nunca voy a olvidar lo que hacía cuando no estaba de acuerdo con algo o con alguien. Lo recuerdo como si fuera ayer: parado (desde que aprendió a pararse por si solo), con los brazos cruzados y el seño fruncido, todo un hombre! Era su forma de protestar. Sin llanto, sin pataletas.
Con el tiempo, su infinita curiosidad y ansias por querer saberlo todo ha ido creciendo. Sólo por el gusto de saberlo, sin ninguna intensión de reconocimiento o soberbia.
Esas características tan suyas han continuado reafirmándose, a través de sus actitudes, sus intereses, bajo distintas coyunturas, con esa misma seriedad y tranquilidad con la que él va por la vida.
Con voz pausada y grave, es un joven hombre de pocas palabras pero amplio y receptivo, capaz de escucha opiniones, analizarlas, compararlas, evaluarlas. Pero, una vez tomada una decisión, la defiende con pasión, con ahínco, con todas sus fuerzas, aún a pesar suyo.
Así es mi Robi, un ser único y maravilloso.
Por lo que escribes, se te ve ¡¡¡una madre orgullosa!!!
ResponderEliminarDe¡¡¡ tal palo tal astilla!!!
Besos