Te quiero,
por tus ojos claros,
por tu risa sencilla,
por tus pasos suaves,
y te quiero
por tus cálidas manos,
por tus suaves labios,
dos luceros avellanados,
suave piel como fino mármol.
Desearía poder abrazar tu sombra,
esculpirle mil veces, mil adornos,
y dejarla flotar entre la palabra.
Pensé en tus coloridos prados,
en el octubre y en tus manos,
pues en ellos todo queda sellado.
Numerosos pensamientos juegan
sobre una mesa de azul palidecer;
alrededor, aves de papel vuelan,
Así surgieron sus suaves esencias,
llenando de largas sonrisas la creación.
Su fé, su razón y sus sueños grabados
todos ellos a su encanto regresaron,
y así como el hierro atravesaron,
estos versos emergieron encantados.
Soñé y desperté,
sólo para volver a soñarte.
Y en mi sueño, tú, todo lo eras
Y en mi sueño, tú, aunque no lo quieras.
He regresado sobre mis huellas,
sobre el paso de mi sombra,
mirando hacia el horizonte,
reviviendo el tiempo ya marchito.
Un recuerdo.